Fuente: Cronista ~ Fundada en 1950, la marca se convirtió en un éxito con la llegada de Ricky a la empresa familiar.
La historia comienza en Budapest a fines del siglo XIX. Allí un escultor decidió dedicarse al mundo del calzado y abrir su propio local en la capital húngara. Arpad Sarkany inauguró así una tradición que lleva más de 100 años y cruzó el océano para afincarse en la Argentina.
El legado familiar fue continuado por su hijo y su nieto. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, Esteban Sarkany, integrante de la tercera generación decide escapar de la revolución comunista. Y tras un breve paso por Viena y Génova emprende el camino hacia el Nuevo Mundo.
Fue en 1950 que llegó a Buenos Aires junto con su esposa. Aquí fundó su primer taller de calzado hilvanado totalmente a mano.
La ciudad se presentaba como un desafío para un joven acostumbrado un público audaz. En la Argentina las mujeres no usabn botas ni sandalias y el único color de zapatos era el negro.
A pesar de esto, el joven Esteban decidió lanzar su propia colección de botas de dama. El resultado no fue bueno en el momento. Sin embargo, con el correr de los años las consumidoras locales terminaron adoptando ese tipo de calzado sin miramientos.
Diez años después de su llegada a Buenos Aires nació Ricardo Sarkany, cuarta generación de zapateros y la primera nacida en América.
Crecido en el taller de su padre, cuando finalmente se incorpora al negocio Ricky decide iniciar un proceso de modernización de la marca. Era 1985 y por primera vez se abría un local a la calle en Buenos Aires. Más tarde llegarían nuevas bocas en Rosario, Mar del Plata, Mendoza y Tucumán.
Tras el éxito en el mercado local, la marca comenzó su expansión internacional. Hoy cuenta con locales en Miami, Monterrey. Santiago de Chile, Panamá, Miami y Barcelona.