Fuente: RED43 ~ Tiene 67 años y 49 en el oficio. En el año 1987 empezó a fabricar calzado luego de adquirir maquinaria y herramientas con mucho esfuerzo. Hoy es uno de los pocos en el rubro y lamenta que el oficio «se haya venido abajo» en Argentina.
La zapatería «Vera», en la ciudad de Esquel, es sin duda uno de los los lugares emblema no solo en el rubro, sino también en general, por su historia y constancia ante las adversidades.
Sabino Vera; más conocido como «Don Vera», nos abrió gentilmente las puertas de su local ubicado en Molinari 639, para conocer no solo el lugar, sino también su particular historia de vida y formación.
El protagonista de esta entrega especial, es un reconocido zapatero nacido en la provincia de Río Negro, que llegó a la ciudad de Esquel a los 21 años, luego de realizar su labor en otras localidades. Hoy a sus 67 años, nos muestra y cuenta sobre sus 49 años en el oficio.
«Empecé a aprender el oficio con un señor zapatero que vivía en El Maitén, de apellido Florenza. El sabía hacer arreglos y calzado nuevo a medida; tanto botas como zapatos. También arreglos, que en es tiempo se hacían mucho», recuerda Don Vera, quien a sus 14 años, comenzó a incursionar en el oficio.
«Don Florenza nos enseñó a hacer arreglos y compostura de calzado. Yo hoy hago fabricación de calzado porque él nos dio las clases; cómo empezar, sacar modelos sobre las hormas y con los años me sirvió para ponerlo en práctica y fabricar botas»
Sabino fabrica botas para hombre y para dama; trabaja mucho con pedidos de distintos puntos de la Patagonia: Trelew, Comodoro Rivadavia, El Bolsón, Santa Cruz y toda la zona cordillerana.
«A los 16 años yo ya estaba preparado para salir a trabajar. Podía trabajar en fábrica o en talleres; tuve la oportunidad de ir a un taller en Gaiman. Allí era distinto; yo estaba acostumbrado en la cordillera al pegado y cocido del calzado; pero allá, era todo pegado. Me costó agarrarle la mano al pegamento y sus tiempos; tuve varios rechazos, de clientes que venían a reclamar que el trabajo se despegaba y lógicamente, yo lo tenía que hacer de vuelta»
«No es que fui, salió mal y que el cliente se las arregle… Yo tuve que aprenderlo bien y hacerlo bien; tuve en un momento, el deseo de abandonar por cansancio, pero volví y le agarré la mano al pegamento; descubrí la forma de que el trabajo salga bien con sus tiempos y se acabaron los reclamos»
Sabino Vera llegó a la ciudad de Esquel con 21 años; luego de pasos por Bariloche, Viedma, Carmen de Patagones, siempre trabajando en zapaterías. Y en este sentido, recuerda que «en esos años salía de un pueblo a otro, donde había zapaterías conseguías trabajo. Eso hoy se ha cortado. En Trelew, por ejemplo, en aquel tiempo, un zapatero podía tener trabajo en tres zapaterías. Era muy lindo porque se trabajaba mucho y se ganaba bien».
«Ahora ya no se consiguen zapateros; vamos quedando pocos, los veteranos. Hay algunos chicos nuevos pero con distinta técnica. El último chico al que le enseñé tendrá hoy 25 años y ya no está en Esquel. Tenía enseñanzas de su padre asique le agarró la mano enseguida a las herramientas»
¿Cómo armó el taller a lo largo de su vida?
Don Vera llegó a Esquel con una mochila, una cuchillita, una pinza y un martillo que aun conserva: «eran pocas herramientas, con eso ya hacía tacos, suelas. Con eso empecé; después conseguí una maquinita amoladora chiquita como para pulidos y, después de un par de años, pude comprar una máquina en Buenos Aires que fue de gran ayuda; era como tener a cuatro personas trabajando, porque hace los pulidos gruesos, finos y cepillo de lustre y fino. Esa máquina es muy útil y sigue estando».
«Logré comprar una composturera que se rompió; estaba soldada la pieza de rodamiento y se terminó quebrando. La tuve sin uso varios años hasta que la mandé a Singer en Buenos Aires a rectificar y hasta el día de hoy me acompaña. Realiza el cambio de cierre, costuras finas y gruesas; me sirvió para empezar con la fabricación»
«Con el tiempo fui comprando el resto de las máquinas. En el 87 empecé con la fabricación, hice mis primeros pares. En el 92 viajé a Buenos Aires y me traje todo lo que es hormas, hilos y demás materiales para la fabricación, más las máquinas de aparar, con motor. No fue fácil aprender a usarlas, son fijas y se trabaja todo con las manos»
A sus 28 años, Sabino se casó y formó una familia en la que tiene dos hijos y dos hijas. Recuerda que en esos tiempos, también incursionó por períodos cortos en los rubros albañilería y carpintería.
Con algo de nostalgia, Don Vera recuerda que el trabajo valía mucho y además, había: «ahora es difícil porque hay muy poco… En el año 88 ya se empezó a usar mucha zapatilla; después del 93 apareció el calzado de plástico y PVC, entonces quedamos muy pobres… Empezaron a cerrar las fábricas; los zapateros fueron desapareciendo y no se formaron más. La industria del calzado argentino se vino abajo».
«Me hubiese gustado que el oficio pero se está acabando. Me gustaría que el gobierno haga algo con respecto a los oficios que se están terminando; buscar gente idónea para que enseñen. A mi nunca me pidieron que enseñe, ni me vinieron a ver. Estaría bueno que abran escuelas fábricas; es difícil, cuesta encontrar gente capacitada que enseñe y prosiga»