Calzado: una industria que se remonta a los tiempos del Virreinato

Fuente: BAOpina ~ La industria argentina del calzado cuenta en la actualidad con unas 1.200 fábricas, predominantemente pymes, y unos 50.000 puestos de trabajos directos e indirectos, concentrados mayoritariamente en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA).

Gran parte del crecimiento poblacional del conurbano vino de la mano de la radicación de talleres y fábricas de calzado, y en ese punto fueron decisivas las instalaciones en el partido de La Matanza desde principios del siglo pasado, pero la historia de la actividad tiene un origen mucho más remoto.

De acuerdo con recopilaciones de diferentes investigaciones, la Cámara de la Industria del Calzado (CIC) asevera que en 1778, cuando el Virreinato del Río de La Plata contaba con sólo dos años de existencia, ya existían 250 zapateros en lo que hoy es el territorio argentino.

Ya en 1869, el Censo Nacional registró 4.373 zapateros, incluyendo fabricantes y remendones, y hacia finales del siglo XIX se contaba con cientos de talleres que elaboraban alpargatas y calzados de cuero de mediana y baja calidad, ya que el 90% del calzado de alta calidad se importaba de Suiza y Francia.

En 1885, la sociedad del vasco Juan Echegaray y el escocés Robert Fraser dan origen a la Fábrica Argentina de Alpargatas, comenzando la producción en escala.

El impacto de la Primera Guerra Mundial en la economía argentina se hizo sentir en esta actividad en particular, ante las dificultades de acceder a insumos y maquinarias, además de los inconvenientes financieros.

Fue así que en 1916 los empresarios del sector forman el Centro de Fabricantes de Calzado, cuyo primer presidente fue Luis Grimoldi, y que en 1924 pasa a tomar la actual denominación.

En los cincuenta años posteriores, la actividad registró un crecimiento sostenido, al compás de la integración de la clase obrera al mercado de consumo, las políticas de incentivo a la industria local y la incorporación de nuevas tecnologías y modalidades, con calzados deportivos y para el tiempo libre.

El tiro de gracia llegó con la abrupta devaluación y caída del salario real que significó el denominado “rodrigazo” de 1975, y especialmente la política de apertura económica con tipo de cambio subvaluado implantada a partir del año siguiente por el dictador Jorge Rafael Videla y su ministro José Alfredo Martínez de Hoz.

Desde entonces, la importación de calzado, con sus fluctuaciones, superó con creces a las exportaciones.

“Si analizamos la participación de la producción nacional de calzado respecto de la importada en el consumo interno, podemos observar que durante toda la década de los ’90 la cuota de mercado de las importaciones fue muy significativa alcanzando un máximo del 40% en el 2001”, destacó la Cámara.

Los datos de la balanza comercial sectorial hablan por sí solos: en 2001 se exportaron 480.000 pares y se importaron 24,8 millones, es decir por cada par exportado se importaron 51,7 cuando en 1991 esa relación había sido de 2,3 a 1.

A partir de entonces, “con la devaluación y el consiguiente encarecimiento de las importaciones, esta participación se redujo y en los últimos años volvió a incrementarse”, señaló la CIC.

En 2021, el 24% del consumo nacional de calzado se abastece con productos importados, siendo el 76% restante cubierto con producción nacional.

En medio de esas dos etapas, la década de los ’90 marcó a la actividad con una “performance negativa” explicada por la investigadora Julia Cerutti en un informe elaborado para el Ministerio de Economía.

Cerutti distingue tres causas que explican el deterioro de la industria del calzado local: “la primera es la apertura indiscriminada de principios de la década de los `90, que expuso a las empresas a la competencia con el importado, sin mecanismos o posibilidades de adecuación a la nueva situación”.

“Posteriormente, la instauración del Mercosur y el retraso cambiario enfrentaron aún más a esta industria con el creciente flujo de importaciones”, continuó.

Como tercer factor, indicó que “desde China, pero especialmente desde Brasil, el incremento de la cantidad de pares importados produjo una fuerte incidencia del importado en el consumo aparente, con la consecuencia de mortandad de empresas y pérdidas de fuentes de trabajo”.

A partir de 2002, el sector retoma su crecimiento al revertirse la evolución negativa de la década anterior, aunque el panorama completo de ese año muestra una situación ambivalente: la producción aumentó 24,9% respecto del año previo, pero debido a que la caída del 84,3% en la importación no fue compensada con calzados locales, el consumo aparente cayó al nivel más bajo de por lo menos las últimas tres décadas, con 48,6 millones de pares.

Desde entonces la producción mostró una tendencia alcista, con un crecimiento acumulado del 243% entre 2001 y 2015.

Entre 2016 y 2020 la producción volvió a caer (-55,2% en cinco años), en tanto en 2021 la CIC registró “una fuerte reactivación”, a la que se sumaron “las inversiones en nuevas líneas de producción, robotización de procesos, incorporación de nueva tecnología y reapertura de fábricas que habían suspendido actividad”.

Con casi 107 millones de pares elaborados el año pasado como plataforma, la industria espera por lo menos reiterar la performance récord de 2015.

Por lo pronto, la producción del primer trimestre tuvo un incremento interanual del 63,6%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).

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