Fuente: La Nación ~ Valerio Lagrotta recuerda como si fuera ayer cuando de niño jugaba con una pelota hecha de suela crepe, armaba casas con las cajas de zapatos y diseñaba su primer modelo en la fábrica de su padre. Hoy, está al frente de la zapatería más antigua de la ciudad: Los Angelitos, fundada en 1828. Pronto se viene el día del Padre y él continúa haciéndole honor al oficio que en su familia se transmitió de padre a hijo hace tres generaciones.
Su abuelo Ángel aprendió el oficio desde muy pequeño en su taller familiar en una casona en Colobraro, un municipio en la provincia de Matera, en Italia. La familia Lagrotta diseñaba modelos cómodos para los habitantes del pueblo y con el boca a boca se hicieron conocidos. Tras la Segunda Guerra Mundial, Pedro Roque, uno de sus hijos, junto a un amigo de la infancia, Francisco Ferrara, emprendieron rumbo hacia Buenos Aires. Bajo el brazo trajeron el oficio y se instalaron en el barrio de Palermo donde montaron un pequeño taller para producir calzados de hombre.
Como tenían gran habilidad para el diseño, en 1951 comienzan a fabricarle modelos a la casa «Los Dos Angelitos» , la zapatería fundada en 1828 por Domingo Harguindeguy e hijos (ubicada en Chacabuco y Alsina), que por aquella época también era ramos generales. Con el tiempo se transformaron en su principal proveedor. A través de los años, la zapatería cambio de nombre: pasó a ser «La Botica de los Angelitos» y se trasladó a Esmeralda y Diagonal Norte, hasta finalmente llamarse como la conocemos hoy en día: Los Angelitos. El local luego se mudó: primero a Esmeralda y Sarmiento y después a Florida 527.
Vender más de 120 pares por día
Por aquel entonces sus zapatos estaban de moda y hasta llegaron a vender por día más de 120 pares. Una de las estrellas de la casa era el modelo estilo Golf . Otro clásico: los mocasines.
La zapatería era un lugar de encuentro y por sus diferentes locales desfilaron personalidades de la política, el espectáculo y la cultura: desde Tomás Anchorena, Juan Domingo Perón, Juan D´Arienzo, Tita Merello, Horacio Guarany, Jorge Luis Borges hasta Raúl Soldi, por tan solo mencionar algunos. «Desde muy chico acompañé a papá a entregar los zapatos terminados- Recuerdo que había tanta gente en el local que hasta los clientes tenían que sacar número y hacer fila para que los atiendan. Según me contaron todos esperaban a principio de mes para ir a comprar su par favorito», resume Valerio a LA NACIÓN, quien es médico pediatra y combina sus días entre las guardias médicas en un hospital de la ciudad de Buenos Aires y el cuidadoso diseño de los zapatos.
En 1987 la zapatería Los Angelitos estuvo a punto de desaparecer , es que su antiguo dueño bajó la persiana del famoso local de la calle Florida por problemas económicos. Pedro Lagrotta no lo dudó: compró la marca (a la que le tenía gran afecto) y rescató sus años de historia. Trasladó el local a Palermo Viejo, al barrio donde dio sus primeros pasos en el rubro cuando recién llegó de Italia. La tienda estaba en el Salvador 5632 y funcionó allí hasta que él falleció en 2011. En su honor, Valerio continuó con el emprendimiento familiar y mudó el local a Bonpland 1853 (donde se encuentra actualmente).
«Para papá su vida era el zapato, nunca dudé en mantener la tradición de la familia y sus métodos artesanales. Hoy en día trabajo en las guardias del hospital, atiendo a pacientes particulares, y también estoy al frente de la zapatería. Los zapatos son mi cable a tierra»
Valerio se crió con el olor a cuero desde muy pequeño y cuando terminó la secundaria empezó a dar una mano en el negocio para aprender algunos secretos del oficio. Aún recuerda que en más de una oportunidad su padre le dijo que le gustaría que continuara con la tradición, pero previamente que estudie alguna carrera que le guste. Así fue: se recibió de médico pediatra. «Para papá su vida era el zapato, nunca dudé en mantener la tradición de la familia y sus métodos artesanales. Hoy en día trabajo en las guardias del hospital, atiendo a pacientes particulares, y también estoy al frente de la zapatería. Los zapatos son mi cable a tierra», confiesa Lagrotta, quien admite que le encanta diseñar cada uno de los modelos y crear algunos productos nuevos de marroquinería como cinturones o bolsos de cuero.
Totalmente artesanal
En Los Angelitos continúan haciendo el calzado totalmente artesanal y durante el proceso intervienen varias manos. Toda los productos que se utilizan para fabricarlos, desde el cuero hasta la suela, son de industria nacional y con los proveedores de toda la vida. Además, realizan la compostura (el service de los zapatos de sus clientes). «Si con los años de uso se les gasta la suela, nosotros nos encargamos de cambiarla y quedan como nuevos», ejemplifica.
El pequeño local de Palermo es un viaje al pasado, es que aún conservan reliquias de antaño. Como el cartel con el logo que data la fecha de inicio de la marca, sillones para que los clientes se sienten a probar los modelos y hasta un par de botas de Tomás Anchorena, donadas por su familia a la zapatería. Muchos de sus clientes van pasando de generación en generación. «Algunos vienen y nos cuentan anécdotas de sus padres en la zapatería y preguntan por los modelos clásicos. Los más jóvenes se sorprenden con la antigüedad de la marca», resume. Aún conservan la tradición de armarle a cada uno de los clientes su ficha con talle, horma y modelo (antes se hacía a mano) y ahora queda registrado de manera digital.
«Algunos vienen y nos cuentan anécdotas de sus padres en la zapatería y preguntan por los modelos clásicos»
Con la llegada de la pandemia estuvieron cerrados durante dos meses y medio. La semana pasada regresaron con atención al público, pero con cita previa pautada. Mario (78), uno de los empleados emblemáticos, al ser su edad considerada de riesgo no pudo regresar a trabajar. «A nuestros clientes les gusta probar el modelo, ver cómo les queda y caminarlos. Es muy difícil el tema de la venta online», señala. De a poco comenzó a recibir consultas por el día del Padre. Los modelos que más salen son las botas bajas color suela y los clásicos mocasines. Y admite que uno de los secretos para mantenerse en el tiempo es la calidad: «Son zapatos para toda la vida».
La familia Lagrotta continúa con el oficio que inició el Nonno Ángel en el sur de Italia. Fue casualidad del destino que la zapatería de Buenos Aires justo se llame Los Angelitos. «Ojalá que la tradición continúe por varias generaciones más», concluye Valerio desde su mítica zapatería con casi dos siglos de historia.