Fuente: La Gaceta ~ La cuarentena y la virtualidad desplomaron la demanda de vestimentas sociales. El rubro escolar, el más afectado.
Últimas semanas de febrero, primeros días de marzo de 2020. Miles de familias tucumanas llenan las calles céntricas para comprar útiles y uniformes escolares. No hay barbijos. Como en cada año, entre los objetos más vendidos están los zapatos. Los comerciantes esperan mantener un buen nivel de ventas durante los siguientes meses: los chicos crecerán y necesitarán renovar los uniformes. En especial, ya piensan en el “rebrote” de la demanda de indumentaria estudiantil que caracteriza a julio. Nadie sabe aún que un nuevo y desconocido virus cambiará todos los planes, obligará a la virtualidad y que dejará el peor año para la industria del calzado y la marroquinería.
Los números de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) dan una muestra del panorama desolador que vive el sector: en noviembre, las ventas minoristas en pymes cayeron 15,3% y se cumplieron tres años consecutivos de bajas anuales. La producción, en tanto, se desplomó 20,7% interanual en octubre (en septiembre fue de 36,7%), según la Encuesta Mensual Industrial de la cámara.
“Calzado y marroquinería es el ramo con mayor declive anual. La ausencia de demanda escolar y los mayores precios han quitado este rubro de las prioridades inmediatas de las familias. Además, en octubre pesó la falta de cuero y otras materias primas que los proveedores no están entregando o no se están aprobando las licencias de importación”, analiza la CAME en el informe.
Con óptica tucumana
La sociedad se volvió más deportiva y menos formal como consecuencia de la cuarentena, interpreta el empresariado ante las caídas estrepitosas en las ventas de algunas indumentarias. “En estos meses se usó muchísimo menos el calzado social y eso repercutió en los locales. Las caídas no sólo son por la pérdida de poder adquisitivo, sino por las actividades que desarrollan las personas”, explica a LA GACETA Oscar Luquin, histórico empresario del sector en Tucumán. Según sus cálculos, el declive interanual en noviembre del calzado social rondó entre el 35 y el 40%.
“Es una tendencia que se dio en todo el año. Con la reapertura de varias actividades fueron mejorando los números porque circula más gente con vestimenta social”, dice. Y establece una diferencia: “en la parte deportiva la caída es mucho menor”. Ocurre que fue más la gente que optó por invertir en ropas para salir a correr, por ejemplo, que la que renovó el vestuario para eventos formales que casi no han ocurrido en el 2020 pandémico.
Dentro del rubro calzados, las mayores caídas se dieron entre los escolares. “Murió la venta con las clases virtuales. En febrero y marzo tuvimos caídas, pero no tan grandes. Desde marzo casi desapareció: en julio, después de las vacaciones, siempre se espera un rebrote en las ventas escolares y no ocurrió”, resume Luquin. Las expectativas son positivas de cara al primer trimestre de 2021, pero “todo dependerá del regreso a las clases presenciales”.
Cuestión de proveedores
Así como se vendió menos en calzados, se produjo menos. “Hay una lucha continua con los proveedores. No sobra mercadería en el mercado. El Gobierno no autoriza todas las importaciones necesarias y hay menos producción”, examina el referente de la actividad comercial. Su perspectiva, por ahora, es alentadora para diciembre y las fiestas. “Tiene que mejorar, sobre todo por el cambio de la vida diaria de la población y el retorno de varios hábitos”, prevé.
Santiago Rocchia, propietario de una fábrica de calzados en el sur provincial y de varios locales de su marca, coincide en que la situación del rubro “es muy compleja”. “Noviembre fue un mes durísimo. Pensamos en estrategias para salir adelante y llegar al punto de equilibrio. Estamos pendientes de hacer promociones y de generar tráfico de ventas en tiendas, tanto físicas como online”, enumera como estrategias.
El emprendedor también menciona faltantes de insumos relacionadas a proveedores, además de aumentos de precios causados por los vaivenes del dólar. “Hice un pedido de telas en junio y llegó cinco meses después. En el camino tuve que buscar alternativas para no parar la fábrica”, ejemplifica. Así, el stock de la prepandemia permitió que el nivel de actividad fuera estable entre junio (la reapertura tras la cuarentena dura inicial) y agosto.
“Desde septiembre fue una lágrima. Ni el Día de la Madre nos salvó. La gente salió menos y usó menos calzado por la pandemia. Como falta plata, muchos prefieren arreglar un zapato que comprar nuevos”, concluye Rocchia.