Fuente: Planeta Urbano – La diseñadora argentina que soñaba con ser disruptiva como Coco Chanel y empresaria como Miuccia Prada, celebró más de una década haciendo calzados sin seguir reglas ni tendencias efímeras. En diálogo con EPU, recuerda que en sus inicios “todo era una plataforma negra” y asegura: “Hoy hago los zapatos que siempre soñé tener”.
Disruptivos, coloridos, eclécticos y distintos. Así podemos describir a cada par de zapatos de Jessica Kessel, la diseñadora que pateó el tablero en la industria de calzado nacional. “En su momento, todo era una plataforma negra, era imposible encontrar un calzado diferente. Así que en una sesión de terapia le dije a mi analista: ‘Voy a hacer mis propios zapatos’”, cuenta sobre sus inicios.
Luego de doce años de múltiples creaciones con nombre propio, sus diseños no solo cautivaron a los consumidores locales, sino que atravesaron fronteras y aterrizaron en México, Roma y España, donde caminaron en el desfile “Los niños perdidos”, AW25 de la marca Outsiders Division. “Una mañana, David Mendez Alonso, el director creativo de la marca, me escribió por Instagram diciéndome: ‘Amo lo que hacés y quería saber si me podías prestar zapatos’. Le dije: ‘Obvio que sí’. No podía creerlo”, revela.
Para Kessel, cada pieza es como un lienzo en donde manifiesta sus sentimientos, experiencias, inspiraciones y emociones, logrando que cada zapato se transforme en un objeto único. “Hoy hago los zapatos que siempre soñé tener”, declara la diseñadora con dos locales propios, uno en San Telmo y otro en Recoleta.
–¿Te acordás de esa sensación cuando terminaste de crear tu primer par de zapatos?
–Sí, tardé ocho meses en hacer mi primer par de zapatos, y el día que me los puse me generó tal emoción que no sé cómo explicarlo. Se me explotó el cerebro. Para mí era tan común ir y comprarlos, pero no tenía ni idea de todo lo que sucedía detrás, y de que todo eso era re difícil. Eso me cautivó y ahí supe que quería diseñar para siempre.
–¿Cómo definís al universo de Jessica Kessel?
–Hay un poco todo de este mundo onírico y fantasioso hecho realidad. Después, el cruce de experiencias, de vínculos, de viajes, de situaciones, retroalimentan a este universo; un universo que va más allá, de lo pantanoso a lo rosa. Los locales son color rosa y me da la sensación de que cuando vienen las clientas y se prueban un par de zapatos, sucede algo.
La manera de actuar, de formar parte de la comunidad, de decir: “Puedo ser disruptiva, me animo a calzarme estos zapatos que son raros y que dicen otras cosas”, como que están comunicando, están diciendo algo esos zapatos. Entonces, creo que es un universo que se va construyendo y va mutando, pero medio fantástico. Me gusta hacer un objeto que vos te lo pongas y digas: “No necesito ningún otro accesorio”, porque ya el zapato dice un montón.
–¿En algún momento te pusiste a pensar en por qué diseñás zapatos?
–Hay mucho de la fantasía y de lo onírico convertido en un objeto. Para mí, hacer zapatos es un modo de exorcizar cosas buenas, malas, feas, lindas. Todas las experiencias de algún modo se pueden transformar en un objeto bello, casi como un tatuaje, una cicatriz. Y ese objeto final, trato de que siempre esté lleno de color y de información.
–Mencionás el concepto de belleza. ¿Qué es la belleza para vos?
–Hay algo en la expresión. A veces me pasa que veo algo y digo: “Esto es espectacular”, y por ahí es un edificio abandonado, prendido fuego, y a mí me genera cierta atracción. Encontré una manera de expresarme y hacer zapatos tan coloridos, porque también en el fondo hubo mucho dolor, mucho sufrimiento, muchos momentos de cosas oscuras.
Cuando me visto de muchos colores me genera otra cosa, como cuando viajo a ciudades. Tuve la oportunidad de viajar a Cusco, también de conocer Ciudad de México, y son lugares donde el color, los sabores, el estímulo de información, es tan grande, que estoy en mi salsa (se ríe). Y también, me da la sensación de que cuando empecé a hacer zapatos, no era tan común el zapato colorido. Había algunas marcas, algunas diseñadoras que yo miraba muchísimo y que tenían otra propuesta y a mí eso me llamaba mucho la atención porque decía: “Hay una forma de expresarse”. Entonces, creo que esa es mi manera.
–¿De qué manera plasmás ese modo propio de expresarte?
–Desde hace muchísimos años no suelo trabajar con modelos en las producciones que hago, sino que me pasa esto de cruzarme con personas con las que de repente se genera cierto intercambio e inspiración y las elijo. Me pasó con Charo López o con Mariana Enríquez, por ejemplo, de leerla y decir: “Uf, qué intensidad”, cómo cuenta la experiencia de vida, lo oscuro, lo pantanoso, eso me parece bellísimo.
–¿Qué es lo que te hizo decir “ese es el camino que tengo que seguir”?
–Me preguntaba por qué tantas personas querían estar todas con lo mismo, por qué no había otra propuesta, por qué existía eso del uniforme. Me generaba cierta incomodidad. Con todo lo que existe, ¿no podemos hacer algo nuevo, una nueva propuesta de estilismo? Y de algún modo, llevar eso a competir en el mercado, porque tenés que tener otra propuesta, ¿sino como iba a salir a competir con los monstruos gigantes que están en el shopping?
–Celebraste los doce años de la marca. ¿Qué balance hacés de todo este recorrido?
–Fue una celebración muy esperada. Cuando se cumplieron diez años, esperaba hacer una fiesta, pero era tanto lo que estaba pasando, los planes de hacer la reedición de los diez modelos más importantes, que todo se pasó muy rápido y me agarró de sorpresa. Hicimos el rebranding y no llegamos a hacer la celebración, así que creo que fueron necesarios esos dos años más, porque me sirvieron para observar lo sucedido en esa década. Realmente lo viví como un logro y sentí la necesidad de que la marca madure en muchas cuestiones organizativas, los procesos de trabajo, el exterior del local. Poder cumplir con esos objetivos más estructurales donde realmente se pueda plasmar ese crecimiento.
En agosto de 2012 lancé la primera colección y había algo con el número 12 que me parecía importante también. Mi idea era acercarme no solo a las personas que me acompañaron todos estos años, sino también a personas que aún no conocen cómo funciona la marca, el proceso creativo, de producción, las ideas y la emocionalidad que hay. No es solo hacer y vender zapatos sino que hay una historia detrás.
–Más allá de todos estos logros, ¿te queda algún sueño por cumplir?
–Estoy entrando en los 40 años, así que mis sueños tienen que ver con estar con los pies sobre la tierra, con solidez y con estructura. También pienso en el amor, la compañía, los vínculos y la familia. A la vez, por supuesto, me gustaría vender en todo el mundo y tener zapatos en las ciudades más importantes, pero estoy abierta a recibir del universo lo que el universo tenga preparado para mí.