Calzado con sello de exclusivo

Fuente: La Arena – Nació en Victorica, vivió mucho tiempo en Buenos Aires y hoy reside en Anguil: desde allí Josefina confecciona y vende los zapatos de la marca de su apellido.

Cuando terminó el colegio secundario parecía que su horizonte de estudio universitario ya tenía un solo camino, que al final la tendría como una nueva profesional de la Medicina. Dejó su Victorica de origen y se radicó en la Capital Federal, pero allí todo se dio vuelta y Josefina Basso fue detrás de lo que sentía y de lo que descubrió, que era el diseño y el trabajo artesanal. Específicamente el mundo del calzado, de los zapatos femeninos.

“Me fui con ese objetivo de estudiar en la Universidad pero una vez que estás en Buenos Aires se descubre un mundo nuevo en un montón de cosas, a mí al menos me pasó eso. Hice el CBC en la UBA y ya después no seguí con Medicina. Buscaba hacer otra cosa y paseando en el barrio de Flores vi un cartel que decía sobre un taller para aprender a hacer zapatos, así que me anoté y así descubrí este oficio”, cuenta Josefina sobre la piedra basal de lo que hoy es su marca.

“Desde chica siempre me gustó el diseño y la confección, les hacía vestidos a las muñecas y en mi familia a mi mamá y a mis tías también les gustaba, y además mi abuela tenía mercería y me fascinaba andar en ese mundo chiquito rodeada de todas esas cosas, pero igual no me imaginaba que podía hacer eso y menos zapatos. Muchas veces terminamos haciendo las cosas básicas, como estudiar una carrera tradicional, y ni siquiera fue por mandato, elegí Medicina pero enseguida me di cuenta que la cosa no iba por ahí”, recordó Josefina Basso (39), la responsable de su propia marca de calzado que desde sólo hace tres meses se estableció en Anguil, donde montó su taller (su número de WhatsApp es el (11) 6492-2554, está en las redes sociales y la página web es josefinabasso.com).

Basso hace zapatos de su autoría, con materiales como cuero vacuno, de cabra y textiles; con bases de goma y hebillas de fundición. Todo el proceso es artesanal y esa es la verdadera pasión de Josefina.

“Hago absolutamente todo el proceso yo, en una etapa en Buenos Aires delegaba algunas cosas pero hoy no, es todo artesanal y es mucho trabajo, pero es lo que me gusta”, destaca. “No tengo para nada el espíritu de vendedora, es algo que me falta pero lo que me atrae verdaderamente es todo lo relacionado a la creación y al trabajo en taller y no tengo la idea de mercado, me cuesta esa parte. Trabajo a pedido y por suerte tengo una demanda importante”, añade.

Expo.

Josefina vivió durante 20 años en Buenos Aires y allí logró una clientela importante. Su marca de zapatos la creó en 2012 y durante mucho tiempo tuvo su stand en la zona de Plaza Serrano, uno de los lugares turísticos de la zona de Palermo más visitados, y de allí se abrieron distintas oportunidades.

“Ahí estaba en una de las ferias, siempre participaba y organizaba otras ferias, la cuestión es que unas chicas me compraron zapatos y les gustó mucho la marca. Me ofrecieron vender en Estados Unidos así que durante tres años mandaba zapatos a San Francisco, fue algo re positivo y son cosas que surgen y te sorprenden”, resalta Josefina.

Este año, Basso participó por primera vez de la ExpoPymes, una experiencia que le resultó muy valiosa. “Me encantó, conocí a muchas chicas que hacen zapatos acá en la provincia y resulta una gran vidriera para que la gente te conozca. Tuve la marca parada durante un tiempo y ahora reactivé todo porque cuando me fui de Buenos Aires regresé para Santa Rosa y desde hace tres meses estoy en Anguil, donde ya tengo mi taller, el proyecto es armar ahí un show room para vender los zapatos”, anticipó.

Ese parate de Josefina fue durante la pandemia, una etapa en la que no dejó de trabajar sino que se dedicó a otro tipo de calzado. “Salió una chance de hacer pantuflas y textiles para una marca así que me dediqué a full a eso, por eso desde hace un año más o menos volví con mi marca”.

Aprendizaje.

Basso asegura que sus zapatos “son clásicos” pero sin dudas tienen su sello. Su clientela son mujeres de 30 años en adelante y para ella el aprendizaje es algo constante.

“Cuando yo empezaba conocí a Rubén Sánchez, que es alguien muy valioso en este oficio y con quien luego trabajé en su taller junto a su pareja. Fue una etapa de mucho aprendizaje y luego comencé a perfeccionarme en distintos institutos de calzados. También tomé clases en San Crispín, un instituto de calzado más de técnicas y estilo italiano, y en el Centro de Formación de Recursos Humanos y Tecnología de la Industria del Calzado (CeFoTeCa) que es más industrial y me brindó otras herramientas a la hora de trabajar”, valoró.

“El estudio siempre es importante, en mi caso aprendí muchísimo también en talleres que daban personas que tienen el oficio desde hace muchos años, conocí viejos zapateros, artesanos, que me enseñaron muchísimo”, añadió Josefina, quien también piensa en la posibilidad de dar clases para quienes quieran aprender el oficio del buen calzado, como los de Basso.

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